Un apagón puede silenciar la música electrónica, pero también encender una reflexión profunda sobre su esencia
Un apagón puede silenciar la música electrónica, pero también encender una reflexión sobre su esencia

Apagón y silencio: La música electrónica como arte dependiente de la energía eléctrica

Bajo un apagón, la música electrónica desaparece. Lo que era presente y materia sonora, se vuelve memoria y anhelo. ¿Qué nos dice eso sobre su naturaleza más profunda?

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Ayer lo vivimos en toda España: El silencio forzado por un apagón nos dejó frente a una paradoja. En medio del ruido digital de nuestras vidas, bastó un corte de energía para convertir nuestros sintetizadores, DAWs, racks y monitores en objetos inertes. Sin electricidad, la música electrónica deja de ser.

No se trata de romanticismo distópico, sino de una verdad cruda y física: La música electrónica es música eléctrica. No sólo porque depende de señales, voltajes y bits, sino porque su existencia está supeditada a un flujo invisible que llamamos energía. Y cuando eso falta, todo se desvanece. No hay pulso. No hay onda. Sólo el eco mental de lo que fue.

La música que no suena: Cuando el silencio nos enfrenta a lo esencial

El silencio de un apagón no es el mismo que el de un pasaje minimalista en una pista. Éste no es intencionado ni expresivo. Es la ausencia abrupta del medio. Cuando los equipos no responden, cuando el secuenciador no arranca, cuando el teclado es sólo una carcasa iluminada por linterna, lo que queda es la memoria sonora y la imaginación. La música como una idea pura.

En ese momento, quizá alcanzamos a comprender que todo este arsenal tecnológico que define nuestro arte no es eterno, ni autónomo, ni siquiera neutral. Depende, de forma crítica, de un recurso físico, industrial y altamente vulnerable. Y eso nos interpela como creadores…

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¿Podríamos hacer algo con ese dato? ¿Qué sentido tiene hacer música que sólo vive mientras haya corriente?

La fragilidad detrás de la potencia

Nos maravillamos con el procesamiento granular, las arquitecturas modulares, los sintetizadores espectrales, las cadenas de efectos generativas… Y está bien. Pero incluso el mejor diseño sonoro, sin energía, no es más que una promesa rota.

La música electrónica, así, no es sólo digital, ni virtual, ni analógica: Es eléctrica. Como una criatura que respira voltaje, su corazón late al compás de un suministro continuo que damos por hecho.

Esta fragilidad no debería generarnos culpa, sino conciencia. Quizá incluso gratitud. Porque nos recuerda que cada segundo de audio generado, cada sonido prefijado cargado, cada compás volcado, es un milagro técnico que podría no estar ahí. Y eso le da más valor. ¿Acaso no es hermoso pensar que detrás del beat más sencillo, late toda una infraestructura de energía, ciencia y voluntad humana?

Cuando la música se apaga, lo que queda es lo que somos

La próxima vez que trabajes en un tema, que pulses “play”, que conectes ese cable que hace vibrar tu sintetizador favorito… piensa en ello. ¿Qué pasaría si todo se detuviera? ¿Qué quedaría entonces?

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Tal vez ahí, en ese silencio eléctrico, se revela una verdad poderosa: La música electrónica también vive en nosotros, aunque el estudio se apague.

Y después de todo, esa chispa, esa resonancia interior que es capaz de sobrevivir al apagón, tal vez sea lo más eléctrico de todo

Un apagón puede silenciar la música electrónica, pero también encender una reflexión profunda sobre su esencia
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¿Cómo viviste tú el silencio?

¿Alguna vez te has visto sin música por un apagón o una avería eléctrica? ¿Y cómo lo viviste? ¿Qué reflexiones te deja esa experiencia como productor musical? Comparte tu historia en los comentarios, más abajo

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